El juego incierto de los amantes: Louis
26 septiembre 2007
Cuando Louis se volvió para mirar la calle desde la vidrera, su compañera lo tomó como el espacio necesario para pronunciar aquella pregunta que le rondaba:
-Entonces, ¿viste a Sonia?
La miró fugazmente y aspiró con profundidad su cigarrillo como un impulso.
-Sí -respondió.
Ella le observaba con una mirada expectante y fina, esa mirada que cercaba el trueno, la mirada silenciosa que preludia el desastre.
-¿Qué quieres saber?
-No hagas preguntas estúpidas -le repuso.
-Sí, estuve con ella. Mira, ya sé lo que me vas a decir.
-Os acostásteis.
Louis volvió a impulsarse, esta vez cerrando la mirada detrás del humo que exhalaba, inventando una figura.
-Sí.
-Eso ya lo sabía. Y qué más.
Su compañero sopló gravemente con un gesto que más que describir la densidad de todo aquello, relataba el temor que soportaba con la encrucijada.
-Sólo fue sexo y calidez, Eva, y algo de memoria, si te soy sincero.
-Eso es todo.
-Así es.
Ella se levantó. Los pulmones de Louis se encogían al tiempo que giraba la cabeza para contemplarla alzándose frente a él. Esperaba lo que, sabía, era inevitable. La escena inconfundible y rotunda. No obstante, aquella mujer de ojos oscuros se inclinó hacia él y rozando sus labios en la mejilla del chico le dijo suavemente:
-Ahora voy a irme. Mañana te diré qué ha sucedido.
Le besó y salió de la cafetería regiamente, Eva la pantera. Louis la siguió con la mirada hasta tropezarse poco después con la de una señora de rostro amargo que le miraba a él.
-Estábamos ensayando -le dijo retomando su café-. Teatro, señora, no hay nada tan real -y llevó la pequeña taza hasta su boca.
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-Entonces, ¿viste a Sonia?
La miró fugazmente y aspiró con profundidad su cigarrillo como un impulso.
-Sí -respondió.
Ella le observaba con una mirada expectante y fina, esa mirada que cercaba el trueno, la mirada silenciosa que preludia el desastre.
-¿Qué quieres saber?
-No hagas preguntas estúpidas -le repuso.
-Sí, estuve con ella. Mira, ya sé lo que me vas a decir.
-Os acostásteis.
Louis volvió a impulsarse, esta vez cerrando la mirada detrás del humo que exhalaba, inventando una figura.
-Sí.
-Eso ya lo sabía. Y qué más.
Su compañero sopló gravemente con un gesto que más que describir la densidad de todo aquello, relataba el temor que soportaba con la encrucijada.
-Sólo fue sexo y calidez, Eva, y algo de memoria, si te soy sincero.
-Eso es todo.
-Así es.
Ella se levantó. Los pulmones de Louis se encogían al tiempo que giraba la cabeza para contemplarla alzándose frente a él. Esperaba lo que, sabía, era inevitable. La escena inconfundible y rotunda. No obstante, aquella mujer de ojos oscuros se inclinó hacia él y rozando sus labios en la mejilla del chico le dijo suavemente:
-Ahora voy a irme. Mañana te diré qué ha sucedido.
Le besó y salió de la cafetería regiamente, Eva la pantera. Louis la siguió con la mirada hasta tropezarse poco después con la de una señora de rostro amargo que le miraba a él.
-Estábamos ensayando -le dijo retomando su café-. Teatro, señora, no hay nada tan real -y llevó la pequeña taza hasta su boca.