cuentos de los días sumergibles


Hoy ha vuelto a venir, llevaba una camisa con los dos últimos botones abiertos y estaba muy guapo, quiero decir, le sienta bien vestir camisas, no sé por qué esa manía de ponerse harapos, de hacerse el vagabundo, parece un papel arrugado, un trozo de corcho, qué sé yo, el chico valiente que se lanzó al camión de la basura para salvar a una rata, no sé, es indignante, personas que podrían ser César o el director de la Filarmónica de Viena convertidos en sucios macacos, la verdad, eso es lo que hace esta cultura de mierda, que les pone objetivos absurdos en la cabeza a esos chicos, que si los canturreos a la política, la bohemia, el buen gusto por todo aquello que sea destructivo, y luego están las canciones brutas y los libros de viejos borrachos que no digo que estén mal pero que ya basta, que se piensan que sólo hay eso y en lugar de leerlos los sueñan, que no entienden nada, y sucede entonces lo de siempre, como tiene gancho levantan un mercado y venden millones de esos libros como si fueran folletos de instrucciones para volverse vulgares, porque todo se rompe, todo, y cuando se les agote la imagen a esos chicos se encontrarán con las cobayas que giran en las ruedas de una jaula enorme, que a mí, la verdad, no me importa, así se lo buscan, porque tú intentas comunicarte con alguno de esos sapos y sólo encuentras plástico, en serio, están como embuchados con un halo artificial de venganza y de misterio, tú te sientas a tomar una copa con uno de esos tipos y pasas una hora viendo una mala película, están ahí, sentados en la silla con una pierna cruzada sobre la otra y reclinados sobre el respaldo, sacando cigarillos que llevan temblando a sus bocas y hablándote de cine francés porque todo lo demás vale lo que una colilla, y entonces fingen ademanes de artistas seguros de su talento que probablemente llevan meses ensayando delante del espejo de su casa, o si no te hablan de crueldades a las que llevan años sometidos como si pretendieran así justificar su recién confesada brutalidad, pero no es eso lo peor de todo, no, lo peor es que en realidad piensan que te lo estás creyendo, como si tú fueras estúpida y estuvieras babeando por ellos, entonces dices por ahí no paso, imbécil, te sigo el juego unos minutos pero dame algo real ya o te dejo en pelotas aquí mismo, humillado, sólo para que lo aprendas, entonces los descubres con los ojos abiertos de pánico, desnudos y sin saber qué hacer, y podrías reírte mucho pero es decepcionante casi siempre y lo mejor es largarse, te lo aseguro, porque te da algo como de hermana mayor y te entra la lástima, a ver, que yo no creo que sea la persona con más conciencia del planeta, desde luego, pero es difcícil marcharse de ningún sitio con esa sensación en la memoria, entonces quedas con él otro día y otro y cuando te das cuenta lo tienes frito de amor como se fríen los niños de las guarderías con sus profesoras, y espera, porque esos idiotas después de todo son unos ingratos y te venden a la primera, es esa cultura de orgullo de clase baja elevada por la literatura, pero allá ellos, yo no me meteré en piscinas encharcadas y a este ya verás que pronto lo mando a paseo, que ahora me hace gracia, no te digo que no, sonriéndonos a través de la ventana todo parece sutil pero ¿no te parece a ti que éste también se hace el interesante?, se apoya en esa columna como uno de esos héroes solitarios de los westerns y fuma plácidamente pero lo mismo podría estar fingiendo su placer para que se me haga deseable, no sé, cuando se marchaba me dijo adiós, no lo escuché pero se lo leí en los labios, quizás ni lo dijera en voz alta sabiendo que iba a leérselo, o querría que me fijara en su boca, no sé, de todas maneras el chico sólo quiere echarme un polvo, así te lo digo, les pasa a todos, quieren follarte y luego quieren que les limpies los zapatos, como si fueras su madre, como aquello que dicen algunos de que todos los hombres en realidad sólo pretenden tirarse a su madre, aunque eso me parece una mierda de teórica freudiana, la verdad, tal vez el chico sólo quiera ser amable, volver al trabajo con una sonrisa devuelta, a mí me gusta, mañana le diré hola yo primero.

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