cuentos de los días sumergibles


son frescos, afables, creativos, indulgentes, generosos, leales... en fin; déjame escupir sobre las flores de tus parques, Barcelona. ¿o es que no te da vergüenza?
no vi lugar tan cínico como este.
Barcelona, sumida en los sueños de otras épocas, sus días de lucidez e iconoclastia, de eróticos molinos, coloreada hasta las orejas, se ha despertado borracha, casi inconsciente y camina con sus piernas torcidas y con su paso arrastrado y tambaleante, creyendo ser aún la más hermosa de todas, la envidiable, la culta, mágica y honesta capital de un imperio de astutos comerciantes, la ciudad próspera y artística que fue siempre, aunque en realidad Barcelona sea hoy una anciana altiva que se ha operado más de cien veces, la ciudad deforme, la ciudad presuntuosa de las petulias que se resiste al espejo
no hay nada tan ridículo como esa borracha entrada en años que combate contra el tiempo, fingiéndose una picantona adolescente con la ropa ajustada, meciendo en el aire la carne fláccida de un cuerpo sin tejido adiposo tras cien liposucciones
Barcelona es una vieja comprando maquillaje y desnucada por una soberbia grotesca, una vieja mefítica que huele a cremas lubricantes andando al paso remolcado de su historia, dejada por sus amantes, olvidada por sus hijos, pendiente solo de los viejos admiradores de siempre que, apoyados en la barra, nunca se mofarán de ella mientras tenga algo a cambio
y así son sus habitantes que se llenan la boca de buenas intenciones, que quieren acabar con el clasismo y la falsedad de sus vecinos, que hablan de evolución, de integración de las culturas, de politicas sociales, de europeísmo y de respeto, de vanguardia que existe por sí misma, de libertad para ser lo que se desee y reclaman una y otra vez el fin de las sucias hebillas de su elitismo, porque hay que ser así, porque es bueno serlo
pero lo cierto es que los habitantes de Barcelona no tienen ni idea de nada de lo que hablan aunque lo han leído en alguna parte, así que debe ser bueno
de hecho lo que les ocurre a los habitantes de Barcelona es que tienen miedo de la mitad de las cosas que proclaman, la otra mitad es como el segundo nombre que nadie menciona
los habitantes de Barcelona mienten como bellacos pero no por maldad, sino para quedar bien, pues esconden un temor horrible a lo que digan de uno y sobretodo, a perder la imagen que de sí mismo tienen, por eso no debéis confiar en ellos; te mentirán una y otra vez para no quedar mal a tus ojos
eso sí, son grandes adictos a la diplomacia y ponedles el éxito en las narices que se lanzarán como perros
en realidad los habitantes de Barcelona no han salido nunca de su cículo ni de su estado de las cosas, no se mezclarán con lo extraño y lo extranjero si no es antes publicitado con un juego decente de luces y pancartas, no aceptarán nunca su verdadera naturaleza: ni son transigentes ni tolerantes ni integristas ni transparentes, sino bajos y mezquinos encubriéndose por inercia, y para ello pisotearán si es necesario la mezquindad de cualquiera que pase por delante de usted, para que esté bien seguro de que ellos no son iguales, sino mejores
no, no les crean cuando digan que tendrán en cuenta algo, no les crea si prometen que le llamarán, mil veces le pedirán ayuda y mil veces se la denegarán cuando usted lo necesite; la ciudad luminosa y moderna que formaban todos es ahora una caja de provincianos modernistas, lo mismo si cuelgan dreadlocks de su cabeza o visten un cinturón de Gucci, no obstante todo es posible en la ciudad de las Palmeras según brille la luz en sus orificios
en fin, qué hi farem?
Barcelona possa't maca; es todo cuanto queremos

(soy consciente de que generalizar es un vicio feo pero me he tomado la licencia de hacerlo porque últimamente me tienen todos bien escarmentado)

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