cuentos de los días sumergibles


Monk

Anocheció como una telaraña y era una trampa tan dulce, que me pasé los días acechando el veneno de la locura y transportando piedras brillantes.

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el perverso inocente

bebo en un restaurant junto a las vitrinas
entre grupos de amigos
matrimonios con hijos
camareros exhaustos
quiosqueros en la calle

pasan los coches
las horas
las luces
las oportunidades

me gusta no tener horarios
ni perdones que conceder
me gusta estar aquí sentado
con mi cerveza
pelando por una ausencia sin trámites
tranquila
brillante
me gusta este sueño

de repente llega una mujer
para quebrarlo con sus labios
de pantera
y sus promesas
y un predicador
y un repartidor de publicidad
y todo se suma

me gusta no tener fe
en la humanidad
en la literatura
en la inmortalidad

de alguna manera soy más fuerte
que nada

soy invencible

demasiadas veces conocí el acero
la sombra
el relámpago
la vida se cobra sus deudas

ser un gato
sin excesiva inteligencia
es un prudencia que me salva del desastre
y me pervierte
hasta la demencia

podría ser peor
podría ser un monstruo
podría ser banquero
pero soy yo
con los ojos abiertos

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Llenate de mí

Llénate de mí.
Ansíame, agótame, viérteme, sacrifícame.
Pídeme. Recógeme, contiéneme, ocúltame.
Quiero ser de alguien, quiero ser tuyo, es tu hora.
Soy el que pasó saltando sobre las cosas,
el fugante, el doliente.

Pero siento tu hora,
la hora de que mi vida gotee sobre tu alma,
la hora de las ternuras que no derramé nunca,
la hora de los silencios que no tienen palabras,
tu hora, alba de sangre que me nutrió de angustias,
tu hora, medianoche que me fue solitaria.

Libértame de mí. Quiero salir de mi alma.
Yo soy esto que gime, esto que arde, esto que sufre.
Yo soy esto que ataca, esto que aúlla, esto que canta.
No, no quiero ser esto.
Ayúdame a romper estas puertas inmensas.
Con tus hombros de seda desentierra estas anclas.
Así crucificaron mi dolor una tarde.
Libértame de mí. Quiero salir de mi alma.

Quiero no tener límites y alzarme hacia aquel astro.
Mi corazón no debe callar hoy o mañana.
Debe participar de lo que toca,
debe ser de metales, de raíces, de alas.

No puedo ser la piedra que se alza y que no vuelve,
no puedo ser la sombra que se deshace y pasa.

No, no puede ser, no puede ser, no puede ser.
Entonces gritaría, lloraría , gemiría.
No puede ser, no puede ser.
Quién iba a romper esta vibración de mis alas?
Quién iba a exterminarme? Qué designio de palabra?
No puede ser, no puede ser, no puede ser.
Libértame de mí. Quiero salir de mi alma.

Porque tú eres mi ruta. Te forjé en lucha viva.
De mi pelea oscura contra mí mismo, fuiste.
Tienes de mí ese sello de avidez no saciada.
Desde que yo los miro tus ojos son más tristes.
Vamos juntos. Rompamos este camino juntos.
Seré la ruta tuya. Pasa. Déjame irme.
Ansíame, agótame, viérteme, sacrifícame.
Haz tambalear los cercos de mis últimos límites.

Y que yo pueda, al fin, correr en fuga loca,
inundando las tierras como un río terrible,
desatando estos nudos, ah, Dios mío, estos nudos,
destrozando,
quemando,
arrasando
como una lava loca lo que existe,
correr fuera de mí mismo, perdidamente,
libre de mí, furiosamente libre.
Irme,
Dios mío,
irme!


Neruda.

de El Hondero Entusiasta, pequeño librito salido de la misma casa del poeta en Islanegra, Chile, en la costa del Pacífico. Por lo que me dice Mariajo, un lugar fiero, de fuertes vientos y mucha espuma, blanca, espesa, saliente de las rocas afiladas de la orilla, como sangre de mar.


Hay personas que no dejarán de sorprenderme. El mundo tiene sus capacidades. Me hago pequeño y me siento contento con eso. Lo único va a ser cómo localizar una cerveza a estas horas de la noche. Son las tres. En Gascón, el asadero, nos venderán una botella de buen vino. Ellos no cierran nunca. Es el gran restaurante de guardia.

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Llegué a Madrid al mediodía en un vuelo directo desde Barcelona. En el aeropuerto de Barajas me lanzaron los perros como si fuera un traficante. Tal vez en aduanas me vieron cara de estudiante, lo que equivale a algo parecido a un terrorista; prejuicios de la gente uniformada. No detallaré el mecanismo de esconderse una piedra de hashish entre las piernas, sólo mencionaré el sudor seco y contenido del que disimula, porque de alguna manera, jugar al expreso de medianoche tiene su gusto. Me hicieron un registro exhaustivo, una mujer con guantes de látex hizo correr sus dedos por todos los fondos y los bajos, la gente se agolpaba tras el detector de metales, y la faena no duró mucho más de un par de minutos: estaba tan limpio como una colada recién hecha. Me quedaban pues unas horas para embarcar hacia Argentina y una buena reserva de porros con la que acabar bien fumado, lo suficiente como para no notar las doce horas de vuelo que me esperaban sobre el Atlántico. No me gusta volar, apenas puedes moverte, todo se reduce y todo te aprieta. Aunque están las estrellas, enormes constelaciones de estrellas donde dejar colgados los delirios como sacos de carga.
Fui al Retiro y eché la tarde sobre la hierba, fumando y leyendo a Bolaño. Cuando debía volver al aeropuerto aún restaban unas chinas de aquel peñasco celestial y no quise poner a prueba al azar facturándolo hacia las Américas. Entonces conocí a la pequeña Claudia. Ella leía unas hojas sobre el césped sentada frente a una compañera.
––Hola, chicas. ¿Alguna de las dos fuma lo mismo que yo? ––les pregunté señalando mi canuto. Las dos se miraron extrañadas.
––Ella ––respondió su amiga.
––Pues tengo algo para ti ––y saqué del bolsillo aquella piedra con olor a cielo.
Comenzaron a reírse. Claudia se llevaba las manos a la cabeza y parecía la invitada de un programa de televisión, sorprendida por las cámaras con un regalo inesperado. Entonces vino hacia el seto de dónde yo había salido como un duende del parque.
––Pero haz alguna pirueta. Gánatelo ––le dije. Ella seguía sin creérselo y reía.
––¿Cómo puede ser? ––me decía––. Explícamelo.
Entonces le dije que me iba a las Américas a probar fortuna como lanzador de antorchas, y no podía llevarme aquello conmigo.
––Me llamo Claudia ––me dijo al tiempo que me daba un beso en la mejilla.
––Yo Baltasar ––pronuncié.
––Es un rey mago ––explicó su amiga.
––En realidad soy el conejo de la suerte con el que todas las niñas habéis jugado alguna vez. Sólo sé besar. Pero con los años me he vuelto ambicioso y ahora ofrezco premios para fomentar el juego.
Su amiga sonrió coqueta y yo miré la mirada de Claudia. Siempre me han sobresaltado los ojos negros.
Entonces volvió a besarme, esta vez en el epicentro de mis labios cortados, y su sonrisa era enorme. Casi me hacía ilusión que fuera ella quien se fumara todo aquello.
––Cuidado, Claudia ––le dije––, mi vicio está en tus manos. Haz buen uso.
Nos despedimos y tomé el metro hasta Barajas.
Allí conocí a Roberto y Mariana, un matrimonio argentino que me dio indicaciones para voltear Buenos Aires a mis anchas, y hablamos de vinos. Buenas personas.
Embarqué a las diez, y durante la cena en el avión conversé con Matías, un español exiliado al que le habían quebrado tres negocios en sólo cinco años. Su hijo vivía en Costa Rica, y hacía el mismo tiempo que no lo veía ni hablaba con él. No quise saber por qué y me puse a escuchar música hasta caer dormido.
Ahora bebo cerveza en una casa de Palermo, con un par de mexicanas, un argentino y un francés. Pero esto es otra historia.

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un rechazo, dos rechazos, tres rechazos, cuatro rechazos, cinco rechazos, seis rechazos, siete rechazos, ocho rechazos, nueve rechazos, y el muy idiota aún no quiere bajarse del unicornio.

unos dirán que posee una conciencia férrea, que sabe de la ruina pero no le importa, con un par de pelotas acepta su sino y se levanta, se monta y otra vez come la tierra, como si bastara el intento ––la resistencia–– por encima de todo, y tal vez lo llamen integridad.
otros dirán que es un soñador y como todos, sean héroes, poetas o bufones, acabará bajo tierra, porque seguir insistiendo en un sueño inasequible es signo de una inteligencia mediocre, por muy enorme y superior que sea su imaginación.

sin embargo nadie sabe por qué no quiere dejar al jodido unicornio.

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Siouxsie And The Banshees, Overground

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es bastante fácil parecer moderno
cuando en realidad se es el mayor imbécil jamás nacido;
Lo sé: he salido impune después de hacer cosas horrorosas
pero no tan horrorosas como las que leo en las revistas;
tengo una honestidad que me viene de las putas y los
hospitales
que no me permite fingir ser
lo que no soy
––lo cual supone un doble fracaso: el de la gente
en la poesía,
y el fracaso de la gente
en la vida,
y cuando fracasas en poesía,
fracasas en la vida, y cuando fracasas en la vida,
es que nunca naciste,
digan lo que digan las estadísticas
o el nombre que te puso tu madre.

las gradas están llenas de muertos
que piden a gritos un vencedor,
que desean un número que los lleve
a la vida,
pero no es tan fácil
––igual que en el poema:
si tu estás muerto
más vale que te entierren
y tires la máquina de escribir
y te dejes de tontear con poemas, con caballos, con
mujeres, con la vida:
estás taponando las salidas,
así que sal rápido
y desiste de esas
pocas y preciosas páginas.


Charles Bukowski

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Me he cortado las manos.
Voy a escribir con la lengua
que aunque el tiempo se vaya
pienso correr más rápido.
Lo atraparé con los dientes.
Este perro no se para aquí.

The Jazz Butcher - Marnie

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Watanabe

El jovencito embaucador Esaías esperaba unos documentos apoyado sobre el mostrador. Cuando el hombre vino con los formularios, bajó rápidamente los codos y se aclaró la garganta. Ansiosamente sacó unas gafas de montura y se volcó a examinar los papeles. «Indique sus aptitudes», señalaba un primer recuadro a rellenar.
––¿Qué significa esto? ––preguntó con hostilidad.
––Es el formulario 3-14 para la lista de solicitantes de empleo ––contestó fastidiado el funcionario.
El pequeño bastardo no supo si el tipo era estúpido o insensible.
––Yo no quiero trabajo; quiero el subsidio ––le repuso enfatizando todas las palabras como si estuviera hablando con un mono.
––Es un trámite. Se deben introducir primero tus datos como demandante.
Aquel calvo encorbatado sudaba excesivamente por todos sus poros y el jovencito rufián previno una inundación en la oficina para el próximo mes.
––¿Y tengo que rellenarlo ahora? ––requirió.
––Así es.
––¿No puedo traerlo otro día?
––No.
––¿Por qué?
––Ya te lo he dicho, es un trámite previo ––respondió el hombre sudando por encima de sus límites.
––Ya lo sé. Yo pregunto por qué no puedo traerlo otro día.
––Porque hay que hacerlo ahora.
––¿Por qué?
––¡Ya está bien! ––replicó enfurecidamente el funcionario pelón––, tú hazlo y ya está.
––Por las barbas de Abraham ––murmuró Esaías––, qué modales. Vamos a ver.
Aquel pequeño camorrista tomó un bolígrafo del mostrador y se dispuso a rellenar el formulario.
––Señoras y señores uniformados ––escribió––, no tengo muchas aptitudes, un poco de misterio, pero todo se disipa. Como muchos otros me hurgo la nariz, trato de entender al mundo y me gusta dormir.
»Jamás he pedido un crédito. Como joven social olvido las tareas elementales. Me descuido de afeitarme, dar las gracias y comer. Prefiero lo súbito, pero tampoco puedo optar por ninguna otra cosa.
»No me gusta obedecer. Un día me entregué a la independencia y ya no salgo de ella.
»En mis relaciones con los demás estoy un tanto perdido. Mi conversación está seriamente dañada, no presto atención a los detalles importantes, generalmente lo que es significativo me parece insignificante, reconstruyo las escenas a mi gusto y hago pronunciar encrucijadas.
»Siempre me río cuando no es el momento.
»A veces estoy mirando detrás de cualquier cosa cuando me hablan. Otras estoy siendo mordisqueado por un cocodrilo o dicto lascivias al oído de alguna gata con botas.
»En una ocasión construí una hermosa plataforma y ahora, en cuestión de minutos, estoy echando fotografías en cualquier otro lugar si algo no me gusta.
»Me resulta más útil escuchar unos discos que asistir a una reunión.
»Hago juegos de magia y estudio los libros sagrados.
»El chico del espejo me parece enigmático pero muy poco gracioso.
»Todo lo que quiero acaba siendo mi perdición. De la misma manera que a todos se les acaban cayendo encima sus sueños.
»Y siempre quiero más.
»Olvidé deciros que también sé hacer fuegos artificiales.
»Espero entonces que financiéis mis actividades, señoras y señores uniformados. No es un impuesto revolucionario. Simplemente no voy a volar aún con las palomas.»
Y como al pequeño golfo aún le pareció demasiado recatada y compungida la declaración de sus aptitudes, dejó indicado a pie de página:
«Mirad cómo me crece la boca. No paro de afilarlos.»

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Las píldoras de Hans

Alessandro Bavari

HANS: Estas casas son una mierda, el barrio entero es una mierda, lleno de esta perezosa porquería. La gente con esa mirada fláccida, uno no sabe si son personas o filetes rebozados. Así no se puede vivir. Es la ciudad, prostituye el instinto del hombre a cambio de un merecido letargo de mierda. Les ahoga, les cambia la respiración por ropa interior sexy.
PERSONALIDAD 1: Esto es Sodoma.
HANS: Desde luego no es muy diferente de Sodoma, sólo que menos libre. Pero oye, nosotros no somos ningún predicador, que lo descubran ellos mismos. Tú a callar.
PERSONALIDAD 2: Ojalá fuera Sodoma, nos asfixiaríamos bajo un coño distinto cada día sin tener que hacer tanta comedia.
HANS: Cállate tú también. Callaos los dos. Vamos a pasear tranquilamente. Aunque hayan mentiras, centros comerciales y recaudadores de impuestos, también hay otras cosas. Están el arte, las partidas de cartas…
PERSONALIDAD 2: Y mujeres como esas. ¿Habéis visto a esas dos? Menudas piernas. A tomar por el culo los impresionistas y toda la baraja. Vamos para allá.
PERSONALIDAD 1: ¡Eh! Date la vuelta. Ellas no quieren eso. Ni siquiera quieren tener sexo. Lo que buscan es confianza.
PERSONALIDAD 2: Lo que buscan es dominación. Vamos, Hans.
HANS: ¡Callaos!
PERSONALIDAD 1: Amordázale, Hans, y vamos a buscarnos una mujer de verdad, una de las buenas.
PERSONALIDAD 2: Qué cursi. Vamos a cazar panteras.
HANS: ¡Que os calléis!
PERSONALIDAD 1: Pero si te encanta cómo dicen buenos días. Tú sabes cuáles son. Ellas dan ese calor.
PERSONALIDAD 2: Como un pollo en la sartén lo da. Déjate de este idiota. A cabalgar. Vamos, que las perderemos.
HANS: ¡Iros a cagar, chimpancés! He dicho que voy a pasear tranquilamente. El del dolor de estómago que se esté quieto. Y no quiero nada de nostalgias ni trucos baratos, ¿entendido?
PERSONALIDAD 1: Sí.
HANS: ¿Entendido?
PERSONALIDAD 2: Qué estupidez. Sí, de acuerdo, sí. Ya está. ¿Contento?
HANS: Cállate. Andando.
PERSONALIDAD 2: Tonto del culo.
HANS: Te he oído. Una palabra más y te tiro al buzón de correos.
PERSONALIDAD 1: No se lo tengas en cuenta, no es maldad. Casi siempre va borracho.
HANS: Por eso me fío más de él. Cierra tú también la boca.
PERSONALIDAD 3: He inventado un nuevo juego para distraernos durante el paseo. Si miras fijamente las líneas horizontales de las baldosas salen del plano y te sientes mareado.
HANS: Eres idiota. Contigo me da por el sentimentalismo. Sigue durmiendo, pequeñín.

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entradas y salidas

Hoy no he hecho nada. No he querido hablar, no he querido escuchar, me he tapiado porque necesito algo de descanso.
Estoy harto del vacío, cansado de echarle parches a cosas que por sí solas se desinflan, asqueado de responder a tantas preguntas.
Estoy cansado de la inútil maquina de coser del pensamiento, esperando que en algún momento paren los vuelcos, ansioso por controlar la máquina viciosa y siniestra que entrecruza realidades, la máquina confusa, impaciente, templada y pervertida.
Estoy llevando una mala resaca.
Estoy reventado de cargar con dos naturalezas, de cruzar estadios con ellas a cuestas, de pelear por una especie de inteligencia cuando sé que nada tiene demasiado sentido. He perdido la capacidad de encontrar un orden.
Si de algo estoy harto es de todos estos desahucios.
Puedo convertirme en corcho y flotar. Puedo convertirme en un astuto pájaro pescador y planear sobre las cabezas de todos con el pico listo para la acción. Puedo convertirme en una bola de plomo sobre mi panza y pesar hasta la asfixia. Puedo matarme y resucitarme. Puedo andar goteando. Puedo brotar de las cenizas. Y puedo decepcionar con mucha facilidad. Pero no puedo elegir entre la bestia y el hombre. No tengo muchas opciones con eso. Soy un jodido hombre lobo y no puedo cambiarlo. Es un pack, una simbiosis, un duelo.
Estoy demasiado cansado para jugar a domarlos, al hombre con su látigo y su buena educación y al lobo con sus uñadas y su energía.
Hoy la bola de pelos y el ingenuo picador están de vacaciones. No quiero escuchar nada más.
He salido a la calle a pasear y no he abierto la boca. Me he dedicado a los olores. Primero olía a alcohol, después a canela, goma chamuscada, mandarina, tabaco, putrefacción, jazmín, pan caliente, sudor, gasolina, marihuana, detergente, frankfurt, cerezas, mierda de perro, lejía, bollería, semen, geranios, loción antipiojos, pintura, metal fundido, humedad. En una sola calle hay montones de olores así.
Cuando se hace la noche todo se simplifica más.
Tal vez mañana ya no me pesen tanto los huesos. No lo sé. Es difícil saber quién de los dos me atacará primero.

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An icy wind blows through the door
You feel like you've been here before
You tremble and you start to sweat
The symptoms of withdrawal

Alcohol
Why do you do it?
Why do you keep beating me?
You give some people a real good time
But you cause some untold misery

Heroin
Why do you do it?
I don't like what i've seen
You promise someone a real good time
And then you take them from their family
You tremble and you start to sweat
You don't want to withdraw
And when your flesh begins to crawl
You'd rather not be here at all

Alcohol
How do you do it?
Please don't do it to me
You give some people a real good time
But you cause some untold misery

Alcohol
Why do you do it?
You ain't gonna do it to me
You give some people a real good time
And you cause some untold misery

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