cuentos de los días sumergibles


Burocracia

Watanabe

El jovencito embaucador Esaías esperaba unos documentos apoyado sobre el mostrador. Cuando el hombre vino con los formularios, bajó rápidamente los codos y se aclaró la garganta. Ansiosamente sacó unas gafas de montura y se volcó a examinar los papeles. «Indique sus aptitudes», señalaba un primer recuadro a rellenar.
––¿Qué significa esto? ––preguntó con hostilidad.
––Es el formulario 3-14 para la lista de solicitantes de empleo ––contestó fastidiado el funcionario.
El pequeño bastardo no supo si el tipo era estúpido o insensible.
––Yo no quiero trabajo; quiero el subsidio ––le repuso enfatizando todas las palabras como si estuviera hablando con un mono.
––Es un trámite. Se deben introducir primero tus datos como demandante.
Aquel calvo encorbatado sudaba excesivamente por todos sus poros y el jovencito rufián previno una inundación en la oficina para el próximo mes.
––¿Y tengo que rellenarlo ahora? ––requirió.
––Así es.
––¿No puedo traerlo otro día?
––No.
––¿Por qué?
––Ya te lo he dicho, es un trámite previo ––respondió el hombre sudando por encima de sus límites.
––Ya lo sé. Yo pregunto por qué no puedo traerlo otro día.
––Porque hay que hacerlo ahora.
––¿Por qué?
––¡Ya está bien! ––replicó enfurecidamente el funcionario pelón––, tú hazlo y ya está.
––Por las barbas de Abraham ––murmuró Esaías––, qué modales. Vamos a ver.
Aquel pequeño camorrista tomó un bolígrafo del mostrador y se dispuso a rellenar el formulario.
––Señoras y señores uniformados ––escribió––, no tengo muchas aptitudes, un poco de misterio, pero todo se disipa. Como muchos otros me hurgo la nariz, trato de entender al mundo y me gusta dormir.
»Jamás he pedido un crédito. Como joven social olvido las tareas elementales. Me descuido de afeitarme, dar las gracias y comer. Prefiero lo súbito, pero tampoco puedo optar por ninguna otra cosa.
»No me gusta obedecer. Un día me entregué a la independencia y ya no salgo de ella.
»En mis relaciones con los demás estoy un tanto perdido. Mi conversación está seriamente dañada, no presto atención a los detalles importantes, generalmente lo que es significativo me parece insignificante, reconstruyo las escenas a mi gusto y hago pronunciar encrucijadas.
»Siempre me río cuando no es el momento.
»A veces estoy mirando detrás de cualquier cosa cuando me hablan. Otras estoy siendo mordisqueado por un cocodrilo o dicto lascivias al oído de alguna gata con botas.
»En una ocasión construí una hermosa plataforma y ahora, en cuestión de minutos, estoy echando fotografías en cualquier otro lugar si algo no me gusta.
»Me resulta más útil escuchar unos discos que asistir a una reunión.
»Hago juegos de magia y estudio los libros sagrados.
»El chico del espejo me parece enigmático pero muy poco gracioso.
»Todo lo que quiero acaba siendo mi perdición. De la misma manera que a todos se les acaban cayendo encima sus sueños.
»Y siempre quiero más.
»Olvidé deciros que también sé hacer fuegos artificiales.
»Espero entonces que financiéis mis actividades, señoras y señores uniformados. No es un impuesto revolucionario. Simplemente no voy a volar aún con las palomas.»
Y como al pequeño golfo aún le pareció demasiado recatada y compungida la declaración de sus aptitudes, dejó indicado a pie de página:
«Mirad cómo me crece la boca. No paro de afilarlos.»

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