cuentos de los días sumergibles


La cal

El mundo es una puta mierda pero estoy vivo y no tengo miedo.
La Chaqueta Metálica


Y así estamos. Ya no sé si lo que hago es lo incorrecto, si es ridículo o es lo que quiero, pero qué puedo decir, estoy contento con este pequeño caos, aunque a veces eche de menos algunas cosas, aunque me ponga nostálgico a veces, no me molesto, ni siquiera me aturdo un poco; sólo, acompañado, triste y visceral y bruto y túrgil y perdido, está bien, voy muy contento, tan inteligente y tan taimado, ya me dijeron de todo, caliente, escurridizo, secreto, una lagartija, una antorcha, el olor del cedro, no sé, o puedo ser un gato remolón y sensual y arisco y confidente y tonto; es que ya no me importa mucho, estoy dispuesto a olvidarla, a tentarme y a pillarme las narices, a ser absurdo, a vibrar ya muy lejos de sus piernas y quedarme tan a gusto. Y todo lo demás es un escenario. Yo pruebo suerte, siempre lo hago. ¿Que me rompo? Recogeréis mis restos. ¿Que caigo en un cienagal de mierda? Saldré y me arrastraré todo lo que haga falta. Y si vuelo tendréis que estirar la palma de la mano sobre vuestras cejas para poder verme. Una vida a lo grande, con sus ratos de silencio y de hambre. Ahora el mundo entero está invitado a pasar por mi habitación. He colgado en el techo la pelota de colores que me regaló Green y que tanto gusta oscilando ahí suspendida como un planeta inestable y hermoso. No tengo nada, sólo los sueños más grandes del mundo. Me gusta mirar cómo gira ese planeta naranja y canijo tumbado en el colchón y después del combate, en silencio, desnudo y aún jadeante, sin una sola palabra, cuando pasan la mano por mi pecho como una hoja seca.

[ ]

XML