cuentos de los días sumergibles


Impressions

(escrito tras el aterrizaje del vuelo Mahón-Barcelona número 1168)


ahí está la ciudad, vuelo 1168, amigo mío, soy tu pasajero
y esa es mi ciudad, mírala, cruces de fuego,
notas sostenidas en el plano de un pentagrama oscuro
my favourite things sobrevolando su imperio
desde aquí sólo veo lámparas a punto del incendio
no sé tú
yo debo tomar aire, concienciarme, inmolarme, encubrirme,
llenarme de una sutileza furiosa que me permita el deseo

pero ya hemos llegado, amigo mío: ahí la tienes
con su civilizado aeropuerto
es imposible no pensar en Mesopotamia hundida
en la sangre de sus insectos
cincuenta y dos vuelos cancelados, siete compañías en quiebra
listas de espera
bancos ocupados por pensionistas y decoradores
esperando la salida de su viaje
excursionistas durmiendo sobre un suelo indestructible
que refleja nuestras sombras
individuales, numéricas

se llenan los estanes de gente haciendo cola, mirando su reloj,
sosteniendo a un hijo que no deja de gritar,
y una azafata con camisa y una carpeta amarilla agarra su pañuelo
y les pide amablemente que se calmen
que se vayan al infierno

esta ciudad no sabe respirar, vuelo 1168,
los pasillos son interminables
plataformas que conducen al cielo prometido
habitado por evasores de impuestos
y ganadores de concursos de televisión
y parejas en fotografías de estudio

pero fíjate, vuelo 1168, escúchalo, aquí en la parada de autobuses
donde la gente pasa con sus maletas con ruedas
y su pamela y sus relucientes lonely planet
preparadas para recorrer el mundo por unos días
y llaman a los taxis de puntillas
y son felices y se escapan
y se hinchan de calma

escúchalo: una voz en off que se pregunta
dónde está el amor
eso o algún tipo de serenidad compartida que nos libre a todos del hastío
el amor atravesando esa línea compuesta de viajes de empresa
y pequeñas ceremonias
como encontrar un traje en oferta,
tomar café, ir al cine,
esas pequeñas victorias diarias

pero el amor es un acróbata, vuelo 1168,
el recuerdo de una catapulta

vuela lejos, amigo mío, sobre el agua, llevándote a otra parte
este sueño de prófugo y de estudiante
haciendo felices a todos el día de sus vacaciones
y llénate de su aire
porque sólo entonces son ellos
y yo te guardaré unos días más, lacerante y azul,
en el reino de los muertos de piedra, vuelo 1168,
cuando ya no soy tu pasajero
ni tu amigo

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Summercase 2008

El pasado viernes Interpol destapaba en el Forum de Barcelona su lado más frívolo. No quiero ser demasiado generoso con afirmaciones así; la banda de Nueva York me gusta, siempre me ha gustado. Su música lúgubre y rápida me ha acompañado en muchos recorridos, he cantado sus canciones en atascos grises y abrasadores con la ventanilla bajada y me ha seducido su cadencia subterránea, he recordado a Ian Curtis y he pensado que estaría contento donde estuviese, y en otra ocasión pude comprobar en directo la precisión con la que tocan y su elegante austeridad. Sin embargo la del viernes fue una rotunda cagada.
Me inclino a sospechar que Interpol no tenía demasiado interés en esa feria de monos que es el Summercase, pero viendo a Paul Banks con su corte de pelo tan cool y su sombrero de H&M, con un sonido tan pobre y arrastrado y un volumen tan incompleto, cualquiera hubiera podido decir que los chicos se han cansado de ser vulnerables y furiosos.
No fue un concierto aburrido, no fue un recital fatigado ni una sesión incómoda ni una broma pesada, pero lo que sonó en Barcelona esa noche fue otro grupito indie de esta moda espesa y pretenciosa.
Mil luces cayendo por una trampilla.
Del resto del festival no puedo decir mucho más porque me aseguré una amnesia imprevista llevada por mil millones de payasos hirsutos con los ojos en blanco y una sonrisa piadosa en la boca, llena de llagas y de estrellas fugaces.
La jornada siguiente sería otra cosa.

Las Breeders, encabezadas por la bajista de los Pixies Kim Deal y Tanya Donnelly, guitarrista de los Throwing Muses, las abanderadas del sonido 4AD en los Estados Unidos de los ochenta, emprendían por la tarde una carrera contra el tiempo, y con una divertida serenidad hecha de comentarios superfluos (I'm from Ohio. Pues muy bien, chica) y posiciones apacibles, reproducieron sus canciones de siempre y algunos temas del último disco, publicado hace pocos años y que me resulta ya aburrido, y sucedió un breve momento cálido y amable en que los extranjeritos brillaban detrás de sus gafas de diseño, y ondeaban en el viento con sus saltos cosmopolitas y narcotizados sus coloridas galas, propias de los muñequitos que puedes ver en las etiquetas de Font Vella, y a su fin, algunos corazones se daban la mano en una conjunción extraña pero tierna.
Un desfile de country wave a cuadros y especies líquidas en profusa extinción.

Los Stranglers ya serían otra historia. El grupo del que sólo quedaban Hans Warmling y Burnel, sobre un escenario sobrio, sin pancartas y un juego de luces propio de una osquesta de pueblo, aún sin contar con el gran Hugh Cornwell cavando en el suelo su severa resistencia, conmemoraron un voluntarioso y logrado discurso acerca de las canciones bien hechas, un grupo de artesanos fanáticos dirigiéndose a un público pequeño cargado de respeto y de calor, y la música por fin conseguía erizar las pieles sudadas de la gente que cantaba casi al unísono "Golden Brown" como si consistiera en abrir una brecha en el cielo de las calles negras.
Un viaje por la erudición.

Había atardecido y de la noche surgiría esa especie de genio y de bufón que es Johnny Rotten y su lengua maldita. Los Sex Pistols se convirtieron en los soldados de la mediocridad hecha sabiduría. Rotten debe de alcanzar los cincuenta y es un lobo y estuvo genial, insobornable, pervertido, cochino, simpático, viejo y con un abrigo de plumas verdes. Fuera de lo que es recuperar una banda perdida, lo del sábado fue un show fecundo por el que los viejos punks no quisieron bajarse del escenario.
La lija y la espuma.

Después llegaron los Kings Of Leon, que cantan bien, tocan bien, sus canciones son buenas, sus ritmos cruzados y su espada corta, su música es apacible y generosa, pero hay algo extraño en esos chicos que les hace indigestos, una música que más que entretenida lo que hace es aburrirte al cabo de un tiempo. Ellos son parte de una cruzada cristiana, granjeros sucumbidos por la MTV y las revistas alternativas, y aunque afinan bien, a la mitad del concierto uno quiere marcharse ya hacia la barra.
Una tabla de madera resistiéndose a ser hundida en el aceite que la colma.

Y finalmente llegaron Los Planetas. Erik es Dios; J es arrogante, impertinente, feo, insolente, creído, nasal, monótono, insulso y susceptible, pero el suyo fue un concierto magnífico aunque en su mayoría, los chicos carecieron del ímpetu que han aportado en otros conciertos, según oía decir porque lo cierto es que jamás antes los había visto, y por ahora es toda la experiencia que quisiera tener.
Un paseo por un parque de atracciones en el que salen enanos y princesas de los bares de Granada.

Y poco más puedo decir porque debo dormir un poco antes de viajar a las islas dentro de unas horas.

Por añadir, baste decir que el festival montó cuatro carpas: la MoviStar, la Sony, la Levi's y la Converse. Telepizza tuvo el monopolio de la comida. Las carpas con Merchandising eran vastísimas. Miles de anuncios y promociones rodeaban todo el recinto. La ropa de los vendedores de tickets y las camareras era homogénea y pública y propagandística. Cada veinte minutos pasaban chicas con ropas fluorescentes y una nueva oferta de souvenirs de la modernidad. En definitiva, un festival enfocado a diseñar una Barcelona musical que llevar de gira por Europa e incluir en los folletos de las revistas de moda.

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My answer is yes

me has preguntado cómo estoy
él me lo ha preguntado y ella también me lo ha preguntado
y todos lo han hecho
incluso yo también me lo he preguntado
y he exigido saberlo

la pretensión de desplumar al tipo del espejo en una partida de cartas
aunque yo no sepa jugar a las cartas

puedo decir soy la boca de la montaña que esta mañana han incendiado
en algún lugar de la península
y me he quedado ciego
porque me he quedado ciego, lo juro, completamente ciego
esta mañana
y lo sentía por las películas de cine
por la espuma blanca que se cae bajo la arena de la orilla
por los cisnes y los niños de Calcuta
por los tejados de todas las ciudades en las que puedo estar después de llover
por Estambul y los árboles nevados y los potes de mermelada en los supermercados de Occidente
y el sol pasando sobre la colcha de la cama estando debajo nosotros
dos cuerpos desnudos esperando a la vejez y volviéndose jóvenes
y férreos
y blancos
y me he quedado ciego
la espuma blanca volvía blancos todos los pueblos pesqueros de este país
y la decoloración de todo lo que existe era real
pero había dejado de importarme
y he despertado en este museo vivo
ya no estoy ciego
y quizás mi corazón es ahora la voz de Morrisey despedida de una górgola de plata
un horario de los trenes que salen a los Pirineos
las montañas donde se escondieran los bandoleros, los presos políticos
los pornógrafos
el violoncelo de Casals
mi corazón hervido como un jorobado que se descubre regando unas plantas
que no le pertenecen
porque es jueves
porque debo marchar de la ciudad antes de ser sedado definitivamente
porque soy un esqueleto movido por inercia
y estoy amargado, plúmbeo, confinado,
cosas que a uno le pueden resultar difíciles
y estoy exhausto, consumido y vívido
abominablemente vívido
hinchado de un abominable calor que necesita tragar la vida entera
porque quiero a la vida
realmente la quiero
no como se puede querer una manzana
o un coche nuevo
o un viaje a Vietnam por vacaciones
me refiero a querer
desear con tu instinto enfervecido
inatacable

a veces sin embargo me acuerdo de Dylan Thomas
de las uvas
de la niña que bailaba sobre los rascacielos y del pan de Alfacar
de la electricidad que no me acompaña
de la fortuna de no levantarse de la cama para hacer ningún trabajo
y quiero mi tiempo
y mi espacio
y un poco de aire

así que me parece que estoy igual
estoy bien
siempre estoy bien
ya lo sabes

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Cinco horas diarias

pregúntame qué sucede con cinco horas de sueño
venga, pregúntame
qué se siente, quién eres
qué puede ocurrirle a tu corazón apremiado
va
pregunta

es el invierno en un pueblo invadido
mil botas oscuras marchando en fila por un campo de calabazas
restos de arcilla de una figura hecha con prisa

yo sólo añoro mi cama
no esta humanidad seducida por el deporte
y el aire acondicionado

si vieras cómo llueve en Detroit a la una de la tarde
una lluvia ácida
te harías una idea bastante acertada

millones de clips separando la luz de la estela

cinco horas no sirven sino para convertir a un hombre
en su propio refugio

mi corazón hecho de plancton necesita un abrazo

ganarse otro sueño

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Papel y memorándum

He trepado por las piedras de una frontera escarpada y me he dejado la piel
tierras donde los mosquitos merodeaban tus pies y el frío sonaba a magia
el frío de júlio
donde los robles son habitados por tarántulas y gnomos que juegan con la gravedad
niños en las noches de las brujas
y vi grietas que filtraban la pasión de los ciervos en los arrecifes verdes
agentes de aduanas y porros en una cuneta a la luz de la luna
y sonaron las canciones de Brassens en los bosques níveos
a un lado de la autopista, con los chicos que estudiaban la manera de robar a los supermercados franceses, buenos chicos,
pájaros en el entresuelo del cielo

He dado los buenos días en panaderías que olían al principio del oro
y vi tantas sonrisas que pensé que el amor podría saber dulce
y untarse con mantequilla
y vivir lejos de la ciudad como cenobitas perdonados por la música
y Carson McCullers apareció delante de nosotros vestida con un camisón muy fino
y pedía una limonada y tú te negaste a dársela

Recuerdo haberme reído mucho con eso

He compartido cerveza con amigos en calles que conocieron nuestra inmortalidad
abrazos que podrían haber tapado la boca del fuego
pinturas en camisetas desgastadas, pasadas por la lavandería de un infierno de oficios tediosos
y he concurrido la claridad, el deshielo, la modestia
una lascivia inoportuna en una casa desconocida
la fraternidad, la desorientación
el fracaso de los coleccionistas de mariposas

También he sido un alpinista en los atascos

Me he bañado desnudo en las playas de España bajo un sol agresivo
y me he quemado el trasero
y he creído que podría morir arrastrado por la furia de la mar
como una esposa ofendida
y las sirenas me echaron del reino de los muertos y de los expatriados
y he dormido sobre la arena del estrecho
junto a las manos de bailarinas y poetas jóvenes, hermosas y jóvenes,
y he dado las gracias por cada minuto que donaron sus caras de luz blanca
y he temido cortarles con mis pestañas heladas

He franqueado los controles de la policía y he comido frutos secos
aguacates, tapas con berenjena
risottos ideados por arquitectos cómicos en mesas de madera
y he estado en los jardines de los patios secretos de una ciudad teñida
y en las fuentes los peces se habían escondido
y he buscado su rastro como un loco, hablando en silencio

Me he comido las uvas que recogieron para el vino
he sentido el agua arrastrándome las piernas
he dibujado viajes al interior de una costa rizada
y la silueta de un cuerpo desnudo bañado de barro me dijo que mirara el cielo
y aún no le he quitado la vista

diecisiete de júlio
todavía quiero marcharme

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