cuentos de los días sumergibles


Salud, amigos, vuelvo a la escritura abreviada de mis ocupaciones aunque de una forma un tanto accidental. Si no lo había hecho hasta entonces era por carecer de medios, por no disponer de un ordenador o de una red con la que continuar relatando las desacertadas desventuras e inventos varios de esta mente entrometida que cobijo.
El estado de las cosas ha cambiado y ahora tengo la oportunidad -ocasional, también- de imprimir estas notas.
Llevo aproximadamente cinco meses sin trabajar, lo cual es todo un logro, sin embargo, mi economía se inclina gradualmente hacia los abismos de la indigencia. Con un subsidio autonómico realmente precario -vivo de una pobre beneficiencia-, no tengo más ingresos que las colaboraciones desinteresadas de amigos y parientes y algunas muy puntuales actuaciones de ganancias más espirituales que monetarias, sin contar con el reciclaje de comida en las basuras de fruterías y supermercados que si bien me salva de bastantes apuros.
Dada esta delicada situación cuyas dificultades todavía no resultan demasiado arduas he decidido elegir un oficio mundano de hermosa gratificación como es la enseñanza y buscar trabajo. Una institución del servicio provincial de empleo otorga a los parados (vistos como lucrativas cucarachas) el crédito de dos horas al día para disponer de una computadora en sus instalaciones e incluso imprimir documentos, así que aquí me encuentro, amigos, en este centro de operaciones totalmente gratuito, en el que puedo ir escribiendo estas anotaciones fugitivas de las que me reiré algún día.
Le quiero, lectora o lector, sea usted quien quiera que sea.

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