cuentos de los días sumergibles


Carta de amor III


Blanca, querida, mi pulcra cochinilla bastarda, voy a besarte, lo haré con tanta fuerza que desencajaré tu mandíbula, la corteza de mis labios te levantarán la piel y no cesaré de besarte hasta que sangres como un cordero bajo el cortaplumas, entonces, cuando tengas la boca tan abierta como un pozo te rellenaré de piedras y tendrás que aprender a flotar en las aguas sucias de mis lágrimas, Blanca, estúpida mía, no debiste retarme, quisiste obviar el ingenio de la vida. Dices que no te he dado lujos. Finges con arrogancia una vida plagada de bestias. Pero tú no has sufrido nunca, Blanca. Ahora lo sabrás. Tu inocencia tan admirada por todos no es más que la punta de un puñal que pronto notarás bajo el pecho, caliente como el fuego. Tus mentiras van a desmembrarte, cariño, y el hijo que llevas dentro será quien acabe esta obra, no quisiste darte cuenta pero te engullirá la matriz y se tragará las trompas, poco a poco recorrerá tus canales e irá mordiendo uno por uno todos tus vasos, te triturará los órganos más insignificantes y acabará en un vacío sin alma, nutriéndose de tu miedo.

Siempre tuyo,


Maldonado




La correspondencia entre Blanca y Maldonado se abrió aquí y siguió ella en esta otra.

[ ]

XML