Carta de amor
04 abril 2005Querida Blanca,
Sonríe, eres mediocre y feliz, estás tiznada, flagelada, arrancada del sueño, sí, Blanca, larva mía, eres simple, vacua, atocinada, ahora no te das cuenta pero te dibujarán un asterisco en cada sien y acabarás con la frente llena de recelos y de chinchetas. Atarán esos labios de resina, los coserán con alambre y te los recortarán como una trufa. Yo mismo te los serviré con frambuesas y con pipas si caes en la trampa, créeme, con saliva y con manteca, con cal y con reparos, eso sí, miraré cómo los absorbes y los tragas, pensaré en un flan aunque no miraré más, me basta con saber que de la arcada expulsarás de ti tu placenta tostada y posiblemente te ahogues en un charco mezcla de amnios y de orina, cosa que no te importará si al salir de tu vómito te sonríen esperándote con el plomo que esperabas.
Blanca, estúpida mía, flor de la burra, ojos de ternera, negros y cóncavos sin nada. Tendrás la cara como un recortable, te tomarán el collar como una marca y cortarán por la línea de puntos, sin escrúpulos. Acabarás colgando del brazo de algún cazador empapado de ámbar, sí Blanca, en una pared entre la cabeza de un ciervo y la lavadora, criando entre el veneno. Ya lo he visto otras veces. Podría haberte dado el mundo y ahí estás tú, gozosa, metida en tu vestido rosa, quitándote la pelusa y la piel porosa, mojada y arrugada como el molusco, llenándote de azufre los bolsillos para calcinar a tus crías algún día.
Blanca, corazón de la cabra, ubres del demonio, cómo te gusta disfrazarte de princesa. No sabes lo mucho que aprecian a las princesas en las salas de urgencia. Tú sólo eres carne para el carnero, Blanca, negra mimosa pululante, mujer del musgo que crece en los ataúdes, cómo lo oyes querida mía, mona marchita, vas a dormir en el altar de las amputadas, vas a quedarte sin clítoris y sin orejas, se te va a pudrir el aliento en la boca como una mosca. Sin embargo puedo salvarte. Devuélveme la criatura que esperas, ahora.
Te quiere,
Maldonado