cuentos de los días sumergibles


Plaça Comercial

Bettina Rheims


No todas las mujeres son conscientes
de su supremacía como especie.
Algunas, con asombro de las más,
desean ocupar primeras filas.
Y hacer más evidente lo que es obvio.

Si interpretan de veras la querencia
de su especie en cambiar de esta manera
la estrategia seguida muchos siglos,
también lo lograrán, mientras permitan
que el hombre esté con, junto y dentro de ellas.

Porque él es, de raíz un ser muy débil
con total dependencia de la mujer.
Tanto más cuanto menos ella lo use.
Y se rompre, cual tierra si la lluvia
escasea o le falta un largo tiempo.

Se automarginará, si ella lo quiere.
Su obsesión no es poder, dinero o fama.
Estos son sólo medios que él estima
necesarios al fin de obtener hembras.
Lo único que en verdad le importa es sexo.
J.M. Fonollosa

Es así, sin más, brutal y encantador. Ellas, las malditas, son las poseedoras. Algunas lo saben y otras no. Y algunas juegan y otras no. Y todas miran con esa mezcla de amenaza y de indulgencia. Y qué hermosas son, las malditas. Pero qué hermosas. Qué demencia es desearlas.

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