cuentos de los días sumergibles


Veamos.
Hace mucho que no tengo la invisibilidad de otras veces. Ahora soy observado y sus miradas no hablan, sólo buscan.
Ya no puedo estar en muchas partes sin levantar sospechas entre los que me rodean.
Tampoco me dan trabajo, quizá me pinten rostro de criminal, tal vez sea que advierten mi tendencia a lo confuso y lo agitado, al desgobierno. Cuando me contratan sé que les he engañado y no puedo respetarlos.
Cuando salgo de casa nadie me espera. El tiempo no significa nada para mí, sólo es una herramienta. Como todos tengo amigos, compañeros en cualquier cosa, mujeres que me quieren, otras que me apartaron con el brazo de su rincón caliente y aún ríen y son tiernas conmigo, pero nadie está cerca, no soy pertinente.
Mi vida transcurre entre las puertas.
A veces quisiera suicidarme, otras mi sentido del humor me delata.
Hace más de un año que no puedo llorar. Ya no recuerdo lo bien que se duerme después. Quizá no haya en mí más cuerpo que desgarrar.
Ahora todo es espontáneo, incontrolado, inevitable, y ha dejado de ser magnífico.
El infierno no es sitio para un niño.
No quiero cantar, no hay más guitarras, no quiero escribir, se están acabando los sueños. Aún así me paseo por las calles como un dios sin seguidores.
Estoy en quiebra.
Además el coche patinó a noventa y tres kilómetros por hora, entraba en la curva, comenzó a voltear y acabé estrellándome. No vino nadie. Ahora ya no tengo coche.
Lo que me inquieta es que aún sigo riéndome.
Parece que ya no haya vuelta atrás.
Tal vez me plante aquí.
Quién sabe, no hay nada seguro.


[ ]

The End

He fumado mi vida y del incendio sorpresivo quedan
en mi memorias las ridículas colillas:
seres que no me vieron, mujeres como vaho,
humo en las bocas, y silencio
por doquier, como un sudario
para lo que no quise ser, y fue
como vapor o estela sobre las olas ociosas, niños con marinera
que en la escuela aprendieron el Error.
No había nadie en aquel pozo, estaba
vacía la cárcel, pienso cuando
abriendo al fin la puerta, y descorriendo
por fin el cerrojo que me unía
inútilmente a las águilas, y me hacía
amar las islas y adorar la nada, descubro
banal, y sonriéndome, la luz.


L.M. Panero

[ ]

Contra el dócil



Me gusta todo esto, no te confundas, no soy ninguno de esos idiotas dramáticos que te merodean. Tengo un gusto excelente para elegir vicios y me adapto bien a cualquier terreno. Las grandes hazañas me aburren, las personas son todas iguales, y aunque me desenvuelvo bien en esta ciudad, no me interesan para nada sus privilegios, en todas partes es siempre lo mismo. Estoy tan dentro de esta vida como fuera, y no se trata de ninguna bohemia, déjate de cuentos, esto no se elige. Nadie puede desearlo. Pero si algo he conocido bien es el placer de la contienda. Ganar o fracasar no importa demasiado. Lo esencial es darle duro, a la máquina, al corazón, al secreto. Me subí a las corrientes y ya no sucumbo a nada, los engranajes están girando y yo me muevo con ellos, el sistema no me engulle porque soy yo mismo otro sistema. De alguna manera hice trampa, no me creí el cuento, no somos libres. Por eso tengo que estar ahora hasta las últimas consecuencias. No toques esos papeles, son mis textos, intento meterlo todo ahí. Cómo te decía, es algo así como andar riéndose de las mentiras. No soy osado ni cobarde, sencillamente no me importan. Estoy aquí, digo lo que tengo que decir y después me largo a disfrutar de las cosas. Si quieres otra copa adelante, sírvete tú misma. Yo sólo quiero mis discos y seguir bebiendo aquí tranquilo. Todo lo demás no es ni siquiera una circunstancia. Pero esto tampoco tiene demasiada importancia ahora. Me gustan tus piernas. Quítate la ropa. Y deja esa copa en el suelo, no vamos a brindar por el amor.


Cornelius Clarke


[ ]

Atomos y relativos



Vosotros no podéis verles, pero están ahí. Revolotean entre los escombros de la desesperación y danzan alegres sobre las cabezas decapitadas. Buscan fervientemente los recodos más luminosos del hombre para tapiarlos con fieras, desiertos y agonías, e incluso con la expresión más elevada de la lucidez si es necesario, con blancuras tan fantasmales que algunos prefieren el suicidio a seguir viéndolo todo con excesiva claridad.
Están siempre acechándonos y en mí cada vez se acercan más. Basta que recuerde algo gracioso y estalle a reír en la calle misma, para que ellos se presencien en forma de peligro o de vaga nostalgia. Desean romper siempre mi sosiego y esperan distorsionarlo todo con sus pasiones malditas. Se hacen servir de cualquier pretexto para transformarse en trampa, me atosigan con sus silogismos para dementes y aún guardan fuerzas para que yo mismo me culpe de alucinaciones y manías. Sus uñas son largas, su música oscura, sus ojos ridículos y su sentido del humor, brillante. Exigen que estemos orgullosos de su presencia y seamos devotos de sus confabulaciones siniestras y cautivadoras.
Estos seres, estos mecanismos o defectos de la mente, estas extrañas representaciones de la ira y de la belleza que son las amantes de los suicidas, estos sueños que nadie sabe de dónde provienen, lo llamen como lo llamen, solo desean nuestra dedicación plena a su astuto y atractivo plan de autodestrucción. Goza intensamente de algo y notarás como poco a poco se van acercando con su tacto frío y palpitante. Querrán llevarte de una tarde de sexo a una soledad más poblada. Cambiarán tu trago favorito por una sospecha inusitada. Sustituirán el placer de la música por alguna vacilación escarbándote repentinamente la carne. Harán que olvides cosas que antes adorabas. Contribuirán a tu incongruencia. Y de la misma manera te harán cruzar al margen inverso de todas las demás cosas. Te traerán de la desesperanza al brote de risa. Ocuparán tus miedos con sutiles evocaciones de ingenio. Colmarán tus añoranzas de detalles y cambiarán cargas sombrías por encantos y fascinaciones. Suplantarán tu inquietud por una creciente indiferencia y te arrastrarán a la pereza o a delirar cómicamente, según les apetezca.
Pero todo está bien. Es la vida. No hay juego más encantador.

[ ]

Atrapado

Gabrielle Rigon


no desvistas mi amor
podrías encontrar un maniquí:
no desvistas el maniquí
podrías encontrar
mi amor.

hace mucho que ella
me ha olvidado.

se está probando un nuevo
sombrero
y parece más
coqueta
que nunca.

ella es una cría
y un maniquí
y muerte.

no puedo odiar
eso

ella no hizo
nada
fuera de lo normal.

yo sólo quería
que lo hiciera.



Charles Bukowski

[ ]

XML