cuentos de los días sumergibles


En Granada

Jaime y sus doscientos discursos febriles
plagando de inquietudes y entusiasmos
el lago de Lussai
Patri en el luminoso subterráneo
de una biblioteca persa
Fo y los abismos azules de su ternura
Laura cambia su corte de pelo, recoje hojas secas de pampa
en la avenida de Capuchinos
sortea sus peculiares obstáculos con la sonrisa
más limpia
la elocuencia de María y sus manos pequeñas
risas de Marrakech
la casa de sus gestos es una ópera
Rojo fumando junto a un cuento
el abrazo de un oso dulzón y respetado
Luis y su batín morado plantando cara
como las piedras de las playas de Cádiz
Emmanuela y el tatuaje sardo de sus piernas
calientes
Maite es la princesa de arrabales y cortijos
saliendo de un olivo
su risa es compañera de todas las horas
Perú está llena de colores
los ojos más grandes y sabios en la azotea
del palacio sirio
que ella misma ha dibujado
Nuri sonriendo secreta y traviesa
como si nada fuera con ella
tan suavemente
tras la barra del funky club
Mica tiene diez veces más luz que cuando vivía
en la casa de arriba
Audrey cayendo del huracán
lee a Sade cuando está triste
gentil y humilde
prepara té a la manera de Francia
Alva achinando sus ojos negros
de león sabio
y compañero
Luca componiendo actos de magia
en las escaleras de Granada
inventando operaciones de ternura y de aritmética
en los espacios de todos
Irene y la voz dulce
camina sobre el aire
cariñosa, arisca y descarada
Paloma tan bella como humilde
con su carpeta
y sus grandes aros
y todas las demás personas que fui encontrando
en los bares
y las salas de los teatros
y eran grandes
y todas aquellas que olvidé sus nombres
pero no sus rostros

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