cuentos de los días sumergibles


Siempre me pasa lo mismo
cuando estoy en un lugar añoro otro;
incluso las ciudades que no frecuenté
me dejan triste.
Lo que sea mi hogar en ese momento
adquiere el aspecto abominable
de un laboratorio.
Puede que las putas, los enfermos y los curas
tengan razón
y el presente sea un lugar detestable.
Por las mañanas la cocina resulta un lugar terrorífico
las escaleras se me antojan impracticables
las calles me parecen aburridísimas
si no pongo nada de mi parte.
Es agotador;
no puede aquietarme un lugar
si eternamente quiero estar en otro.
Esta bigamia prolija y redundante
le enflaquece a uno
le deja fraccionado y con el deseo por fuera
descamisado y cortado a rodajas.
Un contrasentido insalvable, pienso,
hasta que el hombre no descifre la fórmula
de la omnipresencia.

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