La cal
25 julio 2006El mundo es una puta mierda pero estoy vivo y no tengo miedo.
La Chaqueta Metálica
Y así estamos. Ya no sé si lo que hago es lo incorrecto, si es ridículo o es lo que quiero, pero qué puedo decir, estoy contento con este pequeño caos, aunque a veces eche de menos algunas cosas, aunque me ponga nostálgico a veces, no me molesto, ni siquiera me aturdo un poco; sólo, acompañado, triste y visceral y bruto y túrgil y perdido, está bien, voy muy contento, tan inteligente y tan taimado, ya me dijeron de todo, caliente, escurridizo, secreto, una lagartija, una antorcha, el olor del cedro, no sé, o puedo ser un gato remolón y sensual y arisco y confidente y tonto; es que ya no me importa mucho, estoy dispuesto a olvidarla, a tentarme y a pillarme las narices, a ser absurdo, a vibrar ya muy lejos de sus piernas y quedarme tan a gusto. Y todo lo demás es un escenario. Yo pruebo suerte, siempre lo hago. ¿Que me rompo? Recogeréis mis restos. ¿Que caigo en un cienagal de mierda? Saldré y me arrastraré todo lo que haga falta. Y si vuelo tendréis que estirar la palma de la mano sobre vuestras cejas para poder verme. Una vida a lo grande, con sus ratos de silencio y de hambre. Ahora el mundo entero está invitado a pasar por mi habitación. He colgado en el techo la pelota de colores que me regaló Green y que tanto gusta oscilando ahí suspendida como un planeta inestable y hermoso. No tengo nada, sólo los sueños más grandes del mundo. Me gusta mirar cómo gira ese planeta naranja y canijo tumbado en el colchón y después del combate, en silencio, desnudo y aún jadeante, sin una sola palabra, cuando pasan la mano por mi pecho como una hoja seca.
Fragmentos
15 julio 2006
Lo que hoy escribo será una precaución. Estas líneas permanecerán invariables, a pesar de la flojedad de mis convicciones. He de ajustarme a lo que ahora sé: conviene a mi seguridad renunciar, interminablemente, a cualquier auxilio de un prójimo.
[...]
No espero nada. Esto no es horrible. Después de resolverlo, he ganado tranquilidad. Pero esa mujer me ha dado una esperanza. Debo temer las esperanzas.
[...]
Pasaron otros minutos de silencio. Insistí, imploré de un modo repulsivo. Al final estuve excepcionalmente ridículo: trémulo, casi a gritos, le pedí que me insultara, que me delatara, pero que no siguiera en silencio.
[...]
Todo lo que he escrito sobre mi destino -con esperanzas o con temor, en broma o en serio- me mortifica.
[...]
Sentí repudio, casi asco, por esa gente y su incansable actividad repetida. Aparecieron muchas veces, arriba, en los bordes. Estar en una isla habitada por fantasmas artificiales era la más insoportable de las pesadillas; estar enamorado de una de esas imágenes era peor que estar enamorado de un fantasma (tal vez siempre hemos querido que la persona amada tenga una existencia de fantasma).
[...]
No debe intentarse retener vivo todo el cuerpo.
[...]
Considero que este pensamiento es un vicio: lo escribo para fijarle límites, para ver que no tiene encanto, para dejarlo.
[...]
Estoy a salvo de los interminables minutos necesarios para preparar mi muerte en un mundo sin [Mia] Faustine; estoy a salvo de una interminable muerte sin [Mia] Faustine.
[...]
Y ahora, el aplastamiento final:
Aún veo mi imagen en compañía de Faustine. Olvida que es una intrusa; un espectador no prevenido podría creerlas igualmente enamoradas y pendientes una de otra. Tal vez este parecer requiera la debilidad de mis ojos. De todos modos consuela morir asistiendo a un resultado tan satisfactorio.
Mi alma no ha pasado, aún, a la imagen; si no, yo habría muerto, habría dejado de ver (tal vez) a Faustine, para estar con ella en una visión que nadie recogerá.
Al hombre que, basándose en este informe, invente una máquina capaz de reunir las presencias disgregadas, haré una súplica: búsquenos a Faustine y a mí, hágame entrar en el cielo de la conciencia de Faustine. Será un acto piadoso.
Suena aquella vieja canción de Chan Marshall, Say. La voz suave y túrgida que se hacía triste cada vez que callaba, lanzándote el aire a la cara. El tema estuvo por aquí tantas veces. Ha cantado tantos desastres, y por qué no, también lindezas. Canción que aún la recuerda después de todo. A ella también le gustaba. Es extraño, no creo que sea demasiado sentimental. Estos fragmentos sólo son una lectura. Sólo quiero decir que la serpiente empieza a desfallecer y yo me agito como una cría.
En otro órden de cosas, últimamente veo a mucha gente jodida, decepcionada, acaban de estudiar, no saben qué hacer, el trabajo es una mierda o no lo hay o esta dirigido por caciques pervertidos, o si lo hay les requiere una confianza ciega en el mecanismo, ya saben ustedes, ocho horas diarias, pago de impuestos, hipoteca, plaza de parking, pareja, viaje de quince días al año, diapositivas para los invitados y pequeños pasatiempos como jardinería o recetas de cocina más palizas ocasionales. Los franceses dicen c'est comme ça. ¿Existe una burbuja que reventará en algún momento?
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No espero nada. Esto no es horrible. Después de resolverlo, he ganado tranquilidad. Pero esa mujer me ha dado una esperanza. Debo temer las esperanzas.
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Pasaron otros minutos de silencio. Insistí, imploré de un modo repulsivo. Al final estuve excepcionalmente ridículo: trémulo, casi a gritos, le pedí que me insultara, que me delatara, pero que no siguiera en silencio.
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Todo lo que he escrito sobre mi destino -con esperanzas o con temor, en broma o en serio- me mortifica.
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Sentí repudio, casi asco, por esa gente y su incansable actividad repetida. Aparecieron muchas veces, arriba, en los bordes. Estar en una isla habitada por fantasmas artificiales era la más insoportable de las pesadillas; estar enamorado de una de esas imágenes era peor que estar enamorado de un fantasma (tal vez siempre hemos querido que la persona amada tenga una existencia de fantasma).
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No debe intentarse retener vivo todo el cuerpo.
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Considero que este pensamiento es un vicio: lo escribo para fijarle límites, para ver que no tiene encanto, para dejarlo.
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Estoy a salvo de los interminables minutos necesarios para preparar mi muerte en un mundo sin [Mia] Faustine; estoy a salvo de una interminable muerte sin [Mia] Faustine.
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Y ahora, el aplastamiento final:
Aún veo mi imagen en compañía de Faustine. Olvida que es una intrusa; un espectador no prevenido podría creerlas igualmente enamoradas y pendientes una de otra. Tal vez este parecer requiera la debilidad de mis ojos. De todos modos consuela morir asistiendo a un resultado tan satisfactorio.
Mi alma no ha pasado, aún, a la imagen; si no, yo habría muerto, habría dejado de ver (tal vez) a Faustine, para estar con ella en una visión que nadie recogerá.
Al hombre que, basándose en este informe, invente una máquina capaz de reunir las presencias disgregadas, haré una súplica: búsquenos a Faustine y a mí, hágame entrar en el cielo de la conciencia de Faustine. Será un acto piadoso.
Suena aquella vieja canción de Chan Marshall, Say. La voz suave y túrgida que se hacía triste cada vez que callaba, lanzándote el aire a la cara. El tema estuvo por aquí tantas veces. Ha cantado tantos desastres, y por qué no, también lindezas. Canción que aún la recuerda después de todo. A ella también le gustaba. Es extraño, no creo que sea demasiado sentimental. Estos fragmentos sólo son una lectura. Sólo quiero decir que la serpiente empieza a desfallecer y yo me agito como una cría.
En otro órden de cosas, últimamente veo a mucha gente jodida, decepcionada, acaban de estudiar, no saben qué hacer, el trabajo es una mierda o no lo hay o esta dirigido por caciques pervertidos, o si lo hay les requiere una confianza ciega en el mecanismo, ya saben ustedes, ocho horas diarias, pago de impuestos, hipoteca, plaza de parking, pareja, viaje de quince días al año, diapositivas para los invitados y pequeños pasatiempos como jardinería o recetas de cocina más palizas ocasionales. Los franceses dicen c'est comme ça. ¿Existe una burbuja que reventará en algún momento?