cuentos de los días sumergibles


En la Boca

Pasa el tiempo y tus ausencias
tus silencios
tus impudicias
la decepción que brota como una gelatina
de la gente que frecuentas,
te abruma
te incrementa.

Esa soledad te levanta del suelo
de los hombres.
Adoras tu divinidad
sucia y necesaria,
tus creaciones solitarias,
tus paseos sin rumbo.

Estás enamorado del ser henchido y duro
que llevas dentro
como una victoria,
protegido,
tu ser de diamantes y hojas verdes,
lejos de la tierra
de la ciudad
de las congregaciones
ajeno a los impuestos
y a las reuniones.

No cruzas una sola palabra
con nadie.
Tu voz es demasiado potente
voluptuosa
atemporal.
No deben escucharla.

Sin embargo, después cambia
el orden de las cosas;
concurres lujos, mujeres, auditorios,
fiestas, tertulias.
Acudes a los conciertos
almuerzas acompañado
comienzas a creer en la mirada
de los que te rodean.
Ellas te admiran
te seducen,
a ellos les gustas
cuentan contigo.
Hay amor, fraternidad,
vía libre para existir.

Entonces,
cómo volver a esa pieza oscura
y abominable
si de todos es bien sabida
la dificultad de suprimir voluntariamente
los buenos recuerdos.

Cómo no quemarse en el infierno
del que vuelve a estar vacío.

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